En momentos de crisis, ya sean personales, profesionales o globales, nuestra capacidad para tomar decisiones puede verse gravemente afectada. La naturaleza imprevista y a menudo traumática de una crisis puede alterar nuestros procesos cognitivos y emocionales, lo que nos lleva a tomar decisiones que pueden no ser las más adecuadas. Comprender la psicología detrás de la toma de decisiones en estas situaciones es esencial para abordar y superar eficazmente los desafíos.
Impacto en la población
Las crisis, que pueden incluir desastres naturales, conflictos bélicos, emergencias de salud pública o problemas personales, tienen el potencial de afectar a grandes segmentos de la población. La incertidumbre y el estrés asociados a estas situaciones pueden llevar a las personas a tomar decisiones precipitadas o impulsivas. Estas decisiones no solo afectan al individuo, sino también a las comunidades y, en ocasiones, a las naciones enteras. Por ejemplo, durante una emergencia sanitaria como una pandemia, las decisiones individuales sobre el cumplimiento de las medidas de salud pública pueden tener consecuencias significativas para la propagación de la enfermedad y la capacidad del sistema de salud para manejar los casos.
En una crisis global, las decisiones tomadas por líderes políticos y organizaciones internacionales pueden tener repercusiones a largo plazo. La presión para actuar rápidamente y la necesidad de equilibrar múltiples intereses pueden llevar a decisiones que no siempre sean las más óptimas. Además, las crisis suelen exponer y exacerbar desigualdades existentes, lo que puede complicar aún más el proceso de toma de decisiones. Las personas en posiciones de liderazgo deben tomar decisiones que consideren tanto las necesidades inmediatas como las implicaciones a largo plazo, lo que puede ser un desafío monumental en el contexto de una crisis.
El cerebro y la toma de decisiones bajo presión
Cuando enfrentamos una amenaza o una situación estresante, nuestro cerebro activa una respuesta de «luchar o huir». Esta respuesta, mediada por el sistema límbico, prepara nuestro cuerpo para reaccionar rápidamente. Sin embargo, esto puede tener un coste para nuestro pensamiento racional y deliberado. La amígdala, una parte del sistema límbico, puede suprimir parcialmente la actividad en el córtex prefrontal, el área responsable de la planificación y la toma de decisiones.
Esta alteración en el funcionamiento cerebral puede llevar a una toma de decisiones menos reflexiva y más impulsiva. Durante una crisis, el cerebro prioriza la rapidez sobre la precisión, lo que puede resultar en decisiones que no siempre son las mejores a largo plazo. Por ejemplo, en una emergencia médica, un profesional de la salud puede tener que tomar decisiones rápidas con información incompleta, lo que puede aumentar el riesgo de errores. Esta dinámica no solo afecta a individuos, sino también a grupos y organizaciones que deben tomar decisiones rápidas bajo presión.
Además, el estrés prolongado puede llevar al agotamiento emocional y cognitivo. La toma constante de decisiones en un entorno de alta presión puede disminuir la capacidad del cerebro para funcionar de manera óptima. Este desgaste emocional puede manifestarse en una reducción de la capacidad para evaluar riesgos y beneficios de manera equilibrada, lo que afecta negativamente la toma de decisiones.
Síntomas en las personas afectadas
La toma de decisiones bajo presión puede manifestarse de diversas formas. Una de las manifestaciones más comunes es la parálisis por análisis. Esto ocurre cuando una sobreabundancia de información, junto con la urgencia de la crisis, lleva a una persona a sentirse abrumada e incapaz de tomar una decisión. Esta situación puede resultar en inacción, lo que puede agravar aún más la crisis.
Por el contrario, algunas personas pueden reaccionar de forma impulsiva, tomando decisiones rápidas sin considerar completamente las consecuencias. Esta impulsividad puede ser una respuesta a la necesidad de aliviar la tensión y la ansiedad asociadas con la crisis, pero puede resultar en decisiones que no son las más adecuadas a largo plazo. Por ejemplo, durante una crisis financiera, una persona puede tomar decisiones de inversión precipitadas que no están basadas en un análisis cuidadoso, lo que puede llevar a pérdidas significativas.
Otro síntoma común es la fijación en una solución errónea. Las personas pueden apegarse a una solución particular, a pesar de la evidencia que sugiere que podría no ser efectiva. Esta fijación puede ser el resultado de un sesgo cognitivo conocido como «escalada del compromiso», donde las personas continúan invirtiendo en una decisión previamente tomada a pesar de las señales de que no es la mejor opción.
La evitación es otra respuesta común en situaciones de crisis. Algunas personas pueden evadir completamente la toma de decisiones, esperando que otros tomen la iniciativa o que la situación se resuelva por sí sola. Esta evitación puede ser una estrategia de afrontamiento para manejar el estrés, pero puede llevar a una falta de acción en momentos críticos.
El desgaste emocional es una consecuencia a largo plazo de la toma constante de decisiones bajo estrés. Este agotamiento puede afectar aún más la capacidad de una persona para tomar decisiones efectivas en el futuro. La fatiga emocional puede llevar a una reducción en la capacidad para pensar de manera clara y racional, lo que afecta la calidad de las decisiones tomadas.
Posibles tratamientos psicológicos
Afortunadamente, existen varios enfoques terapéuticos que pueden ayudar a las personas a manejar el impacto de la toma de decisiones en situaciones de crisis. La terapia cognitivo-conductual (TCC) es una de las opciones más efectivas. Esta terapia puede ayudar a las personas a identificar y desafiar pensamientos negativos o distorsionados relacionados con la toma de decisiones. La TCC proporciona herramientas para evaluar la situación antes de reaccionar impulsivamente, lo que puede mejorar la calidad de las decisiones tomadas bajo presión.
El entrenamiento en toma de decisiones es otra estrategia útil. A través de escenarios de role-playing y simulaciones, los individuos pueden practicar la toma de decisiones en un entorno controlado. Este entrenamiento puede ayudar a prepararlos para situaciones reales de crisis, mejorando su capacidad para evaluar opciones y considerar las consecuencias de manera más efectiva.
Las técnicas de relajación, como la meditación, la respiración profunda y la visualización, pueden ayudar a reducir el estrés y la ansiedad. Estas prácticas pueden mejorar la toma de decisiones al permitir que el cerebro funcione de manera más efectiva. La reducción del estrés puede ayudar a restaurar el equilibrio entre el sistema límbico y el córtex prefrontal, mejorando la capacidad para pensar de manera clara y racional.
Para aquellos cuyas decisiones están siendo influenciadas por traumas pasados, la desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR) puede ser una opción efectiva. Esta terapia ayuda a las personas a procesar traumas y a reducir su impacto en la toma de decisiones. Al abordar y resolver el trauma subyacente, el EMDR puede mejorar la capacidad para tomar decisiones informadas y efectivas en situaciones de crisis.
Conclusión
La toma de decisiones en situaciones de crisis es una habilidad crucial que puede ser mejorada y refinada con comprensión, práctica y apoyo. Al entender cómo nuestro cerebro reacciona ante el estrés y al equiparnos con herramientas y estrategias adecuadas, podemos navegar con éxito a través de las crisis y tomar decisiones informadas y efectivas. La educación sobre la psicología de la toma de decisiones y la implementación de técnicas terapéuticas pueden ayudar a individuos y organizaciones a manejar mejor las crisis, minimizando los impactos negativos y promoviendo resultados positivos.
Referencias
- Janis, I. L., & Mann, L. (1977). Decision making: A psychological analysis of conflict, choice, and commitment. New York: Free Press.
- Kahneman, D. (2011). Pensando, rápido y lento. New York: Farrar, Straus and Giroux.
- Lerner, J. S., Li, Y., Valdesolo, P., & Kassam, K. S. (2015). Emotion and decision making. Annual Review of Psychology, 66, 799-823.