P: ¿Qué te impulsó a querer ser psicóloga?
R: Al inicio de la carrera, pensaba que mi principal motivación para estudiar psicología era mi curiosidad por la mente humana, entender el porqué de ciertos comportamientos en la gente y en mí misma que me llaman la atención y no lograba entender. Posteriormente, a lo largo de los años de la formación y de un trabajo terapéutico personal, entendí que mis motivaciones, además de ser intelectuales, también tenían que ver con mi propia historia y la de mi familia.
P: ¿Cuál es tu gran pasión?
R: Tengo varias. A parte de todo lo que rodea a la psicología y a la mente humana, me apasiona la danza y las artes escénicas. El baile es para mí una fuente de inspiración, un modo de expresión y una forma de conectar conmigo misma. Desde el hip-hop hasta el flamenco. Mi lema es: “Que el fin del mundo me pille bailando”. Otra de mis pasiones es la música. También me encanta viajar, descubrir lugares nuevos, nuevas culturas, nuevas maneras de ver las cosas y nuevos atardeceres.
P: ¿Qué haces para desconectar?
R: Básicamente bailar, hacer deporte o ver unos vídeos de risa. Me encanta reírme.
P: ¿Qué es lo más satisfactorio de tu trabajo?
R: Creo que lo más satisfactorio es que es un reto constante. Cada caso es distinto, cada historia es única y ver que la persona va progresando, es muy gratificante. Los momentos en los que realmente conectas con el paciente y sientes que está descubriendo cosas de sí mismo a las que nunca había podido darle nombre, es un momento fascinante. Un profesor me dijo una vez que la terapia era como un baile en el que ambas personas tenían que aprender a bailar juntas, así que supongo que por eso me gusta tanto mi trabajo.
P: ¿Cuál dirías que es tu hobbie secreto?
R: Cantar, lo que pasa es que canto muy mal, de ahí que sea secreto. Y también las series cuyo argumento consiste en la resolución de crímenes, tipo CSI.
P: ¿Algo más sobre ti que la gente no se imaginaría?
R: Soy bastante expresiva así que no tengo muchas cosas ocultas, tanto lo bueno como lo malo. La timidez es algo que me caracterizaba hace unos años y que he intentado mejorar. Si me conociste hace unos años, quizás te sorprenda este aspecto sobre mí, pero bueno, sigo siendo bastante introvertida.
P: Y, por último, ¿qué es lo que más te gusta de ser psicólogo?
R: Creo que es una profesión en la que sueles encontrar personas muy entregadas y apasionadas. Aunque suena un poco cliché, también hay un lado de fascinación cuando me dicen “psicoanalízame”. Esto realmente es un mito, los psicólogos no estamos todo el tiempo analizando las personas con las que hablamos, pero sí hay una cierta tendencia a mirar un poco más allá de la superficie e intentar explicar ciertos comportamientos o emociones e intentar solucionar los problemas de los demás. Esto es algo con lo que debemos que llevar cuidado porque tenemos que aprender a diferenciar el espacio terapéutico del espacio personal. Si no lo hacemos, podemos caer en el desgaste y eso es contraproducente para nosotros y para nuestros pacientes.
También me gusta hacer ver a la persona su potencial ya que cuando la persona acude a terapia, en la mayoría de las ocasiones, el autoconcepto está dañado y la persona ha olvidado o ignorado sus cualidades. Muchas veces los pacientes te dicen: “nunca lo había pensado así, pero tienes razón” y no es que yo les haya dicho algo nuevo sobre ellos mismos, sino que la persona no se estaba permitiendo aceptar sus fortalezas y usarlas en la buena dirección.